sábado, 19 de abril de 2008

Marche un canadiense!!!

Era un 25 de diciembre al mediodía, la calle estaba desierta. Se nos ocurrió ir a la Pasiva a comer un chivito canadiense, uno a medias porque andábamos cortos de plata.
Lo pedimos sin mayonesa, yo la odio. Como era de esperar lo trajeron CON, un error muy común, se ve que a la gente le resulta increíble que alguien pueda preferir un chivito sin mayonesa.
Reclamamos y trajeron otro. A esta altura ya estábamos muertos de hambre. Dimos un mordisco y notamos como que faltaba algo, no era el canadiense nuestro de cada día, estaba como sin gusto. Lo abrimos y para nuestro asombro sólo tenía jamón y muzzarella, sí, se habían olvidado de ponerle nada más ni nada menos que la lechuga, el tomate, el morrón, la panceta, las aceitunas y el huevo!!! No lo podíamos creer. Insólito.
El mozo se justificó diciendo que era Navidad y que se les había acabado todo. Nos reímos.
Por lo menos nos irás a cobrar un chivito común? preguntamos ingenuos casi aseverando.
No, es que justamente la diferencia entre un chivito común y un canadiense es el jamón y la muzzarella.
El chivito terminó en la basura, nosotros con las ganas de comer un canadiense y la Pasiva se perdió la oportunidad de cobrar un chivito común.

martes, 1 de abril de 2008

Bizarradas #1

Alicia la de arriba

Alicia vivía arriba, Ecopur es abajo. La primera vez que ví a Alicia me pareció simpática, hablaba con un aire Susana Giménez y decía cosas del tipo Hola mi amor y Cómo estás mi vida.
Alicia venía salteado, generalmente a pedir algún favor, a traer alguna factura, o simplemente a charlar sobre la inmortalidad del cangrejo.

No recuerdo en qué momento sucedió, el hecho es que de buenas a primeras teníamos a Alicia día por medio pidiendo para usar el teléfono de la oficina, siempre había alguna excusa, se quedaba sin tarjeta, le cortaban el teléfono...
Las conversaciones que en un principio parecían normales se fueron tornando un tanto extrañas, el abanico de temas era algo completamente bizarro. Gabriela decía que Alicia lo hacía para hacerse la interesante, para llamar la atención. Yo creo que no, yo creo que era una tipa rara que además estaba medio patín.
Lo primero que nos sorprendió fue un día que llamó a pedir hora con el médico. Si... yo quería pedir hora con el ginecólogo... Sí. OK. Con el Dr. Briozzo. Aha... No, y también para el psiquiatra, sí... Para el Dr. Ponce por favor. Bárbaro. Muchas gracias mi amor.
Apenas se fue, no pudimos evitar comentar. No tenía ningún médico más normal para llamar? Tenía que ser justo un ginecólogo y un psiquiatra? Dónde dejó la vergüenza esta mujer?!!
De ahí en adelante cada vez que Alicia tocaba timbre, temblábamos.
Una vez me pidió para llamar a una amiga, me resultó extraño lo normal de la llamada. Hablaban de cosas de ellas, del trabajo, de la familia, pero en determinado momento la conversación dió un vuelco, no sé cómo ocurrió pero me encontré escuchando que Alicia estaba cometiendo un asesinato, sí, ella misma lo decía frente a mis propios ojos. Parece que había una señora a la que le estaba inyectando morfina, la señora estaba cada vez más desesperada y la llamaba todos los días a rogarle que fuera, le decía que ella era una persona muy buena. Yo no soy buena, yo soy una reverenda hija de puta, la estoy matando a esa mujer. Chan. Y yo sentada enfrente. No sabía si reírme, si intervenir, si llorar, si gritar, si salir corriendo... Al cabo de un rato
colgó el teléfono y se despidió como si nada. Muchas gracias mi amor, nos estamos viendo.
Alicia se fue y por unos días no volvió.

Su siguiente visita fue también para usar el teléfono. Se sentó, se puso cómoda, marcó un número, esperó a que la atendieran, y muy suelta de cuerpo y en voz alta y perfectamente clara dijo... Buen día, con el recluso número 247 por favor.