martes, 15 de julio de 2008

sábado, 7 de junio de 2008

Sufrimos una feliz infancia

Tuvimos una infancia a prueba de gérmenes y maltratos varios, por eso todos creímos que mi hermana mayor padecía de alzheimer prematuro cuando nos prohibió darle agua de la canilla a mi sobrina Emilia. Se vé que un extraño mecanismo hizo que borrara por completo ese período de su infancia.
Y no exagero... todo empezó con inocentes "cacerías" para las que teníamos que recolectar, entre otras cosas, 10 moscas vivas, 4 toritos, 6 flores de cardo, una mariposa, 6 mojarritas y 15 renacuajos vivos. Recolectar toda esta sarta de alimañas nos llevaba toda la tarde, caminábamos kilómetros al rayo del sol en pleno verano, nos sumergíamos en aguas putrefactas, cruzábamos arroyos con el riesgo de ser arrastrados por una corriente o de resbalarnos y rompernos la cabeza contra una roca. Mientras nosotros nos adentrabamos en los peligros del campo, los mayores aprovechaban para dormir la siesta. Un día mi madre y mi tía decidieron hacer una búsqueda del tesoro, la primera y la última, porque al no entender la complicada caligrafía de las pistas, íbamos cada cinco minutos a despertarlas con alguna consultilla.
Según Marcos, ellos querían que muriéramos, pues eramos muchos y la falta de alguno casi no se hubiera notado. Pensándolo bien, no encuentro otra explicación. Cabe aclarar que la "mayor" del grupo era mi hermana Patricia que en ese entonces debería tener unos diez años, yo tendría cinco, y no era la menor.
Cuando no teníamos ninguna cacería organizada inventábamos algún otro juego peligroso, hacer artesanías en barro era uno de ellos. Implicaba ir a buscar la materia prima a una cantera con una carretilla y un latón de metal que bien supo causar cortes (por suerte nunca mortales) en la mayoría de sus usuarios. Pero esto tampoco parecía preocupar a los mayores que asistían siempre entusiastas a las ferias de artesanías que organizábamos para recaudar fondos.
En torno a estas dos actividades giraba nuestra recreación, el resto era trabajo. Y pesado.
Todo apunta a que seguramente mi padre nos guardaba algún extraño y oculto rencor, y depositaba todo ese odio en nosotros, es la única forma posible de que un hombre grande no sintiera la más mínima compasión por un niño de cinco años, al que obligaba a pasar sus vacaciones realizando agotadoras tareas de campo.
La más liviana -y aburrida- de estas tareas era la de hacer "bandera", consistía en pasarse la tarde parado al rayo del sol con una bandera de caña en la mano esperando que el tractor fuera y viniera, fuera y viniera chiquisientas veces y a paso de tortuga. Cuando empezaba a picar el hambre, mientras el tractor estaba lejos aprovechábamos para darnos una panzada de macachines, y comprobar una vez más que -afortunadamente- no eran tóxicos. Tremebunda tarea hubiera sido imposible de soportar si no fuera por el hecho de que todas, sin excepción, estábamos perdidamente enamoradas del tractorista. Y paradógicamente, moríamos por hacer "bandera".
En orden ascendente de sufrimiento, le seguía la de ir al monte a juntar leña. Aquí, el hecho de que los leños fueran muy pesados para niños tan pequeños o que muchas veces termináramos con las manos perforadas por astillas de más de veinte centímetros de largo, se veía atenuado nuevamente por la presunta presencia del acosado tractorista.
Otra actividad que realizábamos asiduamente era la de apartar ganado, resultó completamente imposible convencer a mi padre de que realmente nos causaba terror pararnos delante de un novillo de mil novecientos cincuenta kilos que embestía hacia nosotros. Esta labor culminaba invariablemente con algún niño llorando desconsolado. Mi padre negaba con la cabeza mientras sonreía incrédulo.
Había un trabajo que encontrábamos extremadamente divertido... bañar ovejas!!! No sé qué causaba tal diversión, si el peligro inminente de morir intoxicados con tan sólo aspirar fuerte aquel producto, o el morbo que nos producía el sufrimiento de aquellos animales que balaban desesperados antes de que el verdugo hundiera sin piedad su cabeza en el agua envenenada con una herramienta que no habría de proceder de otro lado que la mismísima Edad Media.
Pero sin duda una de las más terribles era la de juntar piedras. Sí, piedras de diez, veinte, incluso treinta kilos, que mi padre insistía en que cualquier niño era capaz de cargar fácilmente con una bolsa de plastillera atada a su cintura. De más está decir que dicha tarea nunca se hacía en invierno y nunca en la mañana temprano, aparentemente el sol en su máximo poderío era fundamental para un mejor desempeño.
Un día mi padre anunció que tenía un trabajillo de lo más entretenido para nosotros, consistía en sacar postes de una laguna. Teniendo en cuenta que era verano y hacía treinta grados de calor, a Elina y a mí nos pareció de lo más conveniente y ni perezosas pero sí un poco lerdas, no tardamos en ofrecernos para llevarlo a cabo. Viniendo de mi padre debimos haber sospechado algo. El muy cretino se olvidó de comentar que el agua en la que debíamos sumergir nuestras preciadas cabecitas había alcanzado un perfecto estado de putrefacción. Fue una tarde para el olvido, no volvimos a hablar del tema hasta hace un par de años, cuando finalmente logramos sobreponernos a semejante humillación.
Pero con el tiempo aprendimos a seleccionar mejor las tareas y ante cualquier sospecha nos tomábamos el trabajo de investigar exhaustivamente de qué se trataba. Fue así que sobrevivimos y nos fuimos haciendo fuertes, mientras el sol brillaba, las chicharras cantaban y nuestros padres... dormían la siesta.

viernes, 2 de mayo de 2008

El asiento para lisiados

141 Ciudadela. 2PM. Hace calor. Consigo asiento. Un viaje tranquilo, un coche viejo. Suben niños. El asiento para lisiados está libre. Dudan. Finalmente uno de ellos se sienta. Se cuestionan. Discuten. Reflexionan. Y dicen: Un lisiado es un señor que le falta una pierna, o ciego, o con hijos...

sábado, 19 de abril de 2008

Marche un canadiense!!!

Era un 25 de diciembre al mediodía, la calle estaba desierta. Se nos ocurrió ir a la Pasiva a comer un chivito canadiense, uno a medias porque andábamos cortos de plata.
Lo pedimos sin mayonesa, yo la odio. Como era de esperar lo trajeron CON, un error muy común, se ve que a la gente le resulta increíble que alguien pueda preferir un chivito sin mayonesa.
Reclamamos y trajeron otro. A esta altura ya estábamos muertos de hambre. Dimos un mordisco y notamos como que faltaba algo, no era el canadiense nuestro de cada día, estaba como sin gusto. Lo abrimos y para nuestro asombro sólo tenía jamón y muzzarella, sí, se habían olvidado de ponerle nada más ni nada menos que la lechuga, el tomate, el morrón, la panceta, las aceitunas y el huevo!!! No lo podíamos creer. Insólito.
El mozo se justificó diciendo que era Navidad y que se les había acabado todo. Nos reímos.
Por lo menos nos irás a cobrar un chivito común? preguntamos ingenuos casi aseverando.
No, es que justamente la diferencia entre un chivito común y un canadiense es el jamón y la muzzarella.
El chivito terminó en la basura, nosotros con las ganas de comer un canadiense y la Pasiva se perdió la oportunidad de cobrar un chivito común.

martes, 1 de abril de 2008

Bizarradas #1

Alicia la de arriba

Alicia vivía arriba, Ecopur es abajo. La primera vez que ví a Alicia me pareció simpática, hablaba con un aire Susana Giménez y decía cosas del tipo Hola mi amor y Cómo estás mi vida.
Alicia venía salteado, generalmente a pedir algún favor, a traer alguna factura, o simplemente a charlar sobre la inmortalidad del cangrejo.

No recuerdo en qué momento sucedió, el hecho es que de buenas a primeras teníamos a Alicia día por medio pidiendo para usar el teléfono de la oficina, siempre había alguna excusa, se quedaba sin tarjeta, le cortaban el teléfono...
Las conversaciones que en un principio parecían normales se fueron tornando un tanto extrañas, el abanico de temas era algo completamente bizarro. Gabriela decía que Alicia lo hacía para hacerse la interesante, para llamar la atención. Yo creo que no, yo creo que era una tipa rara que además estaba medio patín.
Lo primero que nos sorprendió fue un día que llamó a pedir hora con el médico. Si... yo quería pedir hora con el ginecólogo... Sí. OK. Con el Dr. Briozzo. Aha... No, y también para el psiquiatra, sí... Para el Dr. Ponce por favor. Bárbaro. Muchas gracias mi amor.
Apenas se fue, no pudimos evitar comentar. No tenía ningún médico más normal para llamar? Tenía que ser justo un ginecólogo y un psiquiatra? Dónde dejó la vergüenza esta mujer?!!
De ahí en adelante cada vez que Alicia tocaba timbre, temblábamos.
Una vez me pidió para llamar a una amiga, me resultó extraño lo normal de la llamada. Hablaban de cosas de ellas, del trabajo, de la familia, pero en determinado momento la conversación dió un vuelco, no sé cómo ocurrió pero me encontré escuchando que Alicia estaba cometiendo un asesinato, sí, ella misma lo decía frente a mis propios ojos. Parece que había una señora a la que le estaba inyectando morfina, la señora estaba cada vez más desesperada y la llamaba todos los días a rogarle que fuera, le decía que ella era una persona muy buena. Yo no soy buena, yo soy una reverenda hija de puta, la estoy matando a esa mujer. Chan. Y yo sentada enfrente. No sabía si reírme, si intervenir, si llorar, si gritar, si salir corriendo... Al cabo de un rato
colgó el teléfono y se despidió como si nada. Muchas gracias mi amor, nos estamos viendo.
Alicia se fue y por unos días no volvió.

Su siguiente visita fue también para usar el teléfono. Se sentó, se puso cómoda, marcó un número, esperó a que la atendieran, y muy suelta de cuerpo y en voz alta y perfectamente clara dijo... Buen día, con el recluso número 247 por favor.

lunes, 31 de marzo de 2008

Oh Margot

Era un domingo de tardecita, llovía, Susanita y su hija miraban una película en inglés subtitulada en castellano. Una película del montón. Susanita acostumbraba ver películas en castellano, pero ésta era en inglés.
En un momento dado, la protagonista, no pudiendo acreditar lo que se presentaba ante sus ojos exclamó: "Oh my God!!!"
Susanita no entendió, permaneció pensativa, podría haberlo dejado pasar. Pero no. Fue un domingo de tardecita mientras llovía, Susanita preguntó: "Quién es Margot?"

domingo, 30 de marzo de 2008

Mentes Brillantes

Mis amigas y yo somos un grupete del montón basado fundamentalmente en la crítica a la que no está. Y créanme que nadie está a salvo, el simple hecho de quedarte ingenuamente en tu casa mirando Cine Baby mientras las demás se juntan a comer un asadito puede ser letal y lo que es más aterrante aún... aquella que se reúse a echar veneno será blanco seguro en la siguiente reunión, porque no hay nada más indignante en esos momentos que el diplomático controlado.
Pero no sólo de críticas vive el hombre (ni la mujer), y a veces matizamos la crítica con algún filosofismo barato, el otro día surgió uno realmente interesante que se tituló: "Tu psicólogo donde lo necesites".
Se basó en la idea de que en los momentos en que más hurgamos en nuestro interior, el psicólogo no está ahí para escucharnos. Acaso no sería fascinante tenerlo ahí mientras corrés por la rambla atiborrado de pensamientos? Y cuando te atormentan las ideas en el gimnasio? Cuando te depilás, o mientras te explotás granitos en el espejo? Sería genial. Y además nos ahorraría mucho tiempo. Pero la realidad es que en esos momentos en que todo fluye, ahí cuando verdaderamente lo necesitamos, no está.

Permítanme confesarles que realmente dudé antes de comentar públicamente algo de semejante magnitud por temor al plagio, por miedo a que algún psicólogo sanguijuela lo lea y sin poner un peso, no sólo nos robe la idea, sino que además se lleve todo el crédito por ello.

lunes, 24 de marzo de 2008

El peso de ser creativo

Absolutamente toda organización de eventos, por más mínima que sea, recae sobre los hombros de alguien que, con el correr de los años, ha sabido ganarse el título de "creativo".
No recuerdo cómo ni en qué momento dicho título me fue otorgado, pero siempre que se aproxima algún evento, llámese despedida de soltera, fiesta de disfraces, babyshower, casamiento, viaje, o algo tan simple como un té de domingo, me maldigo a mí misma y a mi maldita condición de creativa. Es que mi mente nunca está tan en blanco como cuando escucho el clásico e infaltable "Dale vos Lali que sos creativa para estas cosas". Chanchan. Y quién mierda les dijo que tengo ganas de ser creativa para esas cosas?
El simple hecho de ser creativo no implica ser un buen organizador de eventos. Lo que me lleva a mí en particular a ser eficiente es mi patético orgullo, y mi tantas veces traicionero perfeccionismo que aparece cuando menos lo necesito...
Es que una vez que alguien menciona que soy creativa, tengo que serlo. Y tengo que serlo a la perfección.

martes, 18 de marzo de 2008

Virgen de Blog

Comienzo este blog como no puede ser de otra manera: rindiendo homenaje a Chulo que con su inolvidable "Virgen de Oreja" dejó una huella imborrable en todos nosotros, creándonos la imperiosa necesidad de introducir objetos no identificados (llámese servilletas enroscadas, ramitas u cualquier otro objeto que cumpla la función de "molestador") en la oreja de todo aquel que en medio de una reunión familiar tenga el tupé de cabecear y dormirse. No por mucho tiempo, claro está...