miércoles, 17 de febrero de 2010

lunes, 15 de febrero de 2010

A moverle las piedras

Llegamos a Punta del Diablo el primero de enero, no cabía un alma más. Nosotras éramos de las pocas afortunadas que habíamos realizado la reserva de la casa con anticipación y por eso nos sabíamos re-vivas.
Yanny nos estaba esperando ansiosa con la beba en brazos, nos recibió muy atenta y comenzó a explicarnos los pormenores de la casa (que tratándose de Punta del Diablo los pormenores pueden no ser tan menores en muchos casos). Lo primero que comentó fue lo siguiente: "Lo que no les dije es que no tenía ". Chan. La señora había omitido comentarnos un pormenor de lo más interesante. Y lo peor era que no teníamos otra alternativa, era completamente inviable conseguir otra casa para 8 personas un primero de enero en Punta del Diablo.
Intentamos tomarlo con calma, ya nos las arreglaríamos.
Pero Yanny no dio tregua, el siguiente comentario fue casi tan desgarrador como el primero: "Yo no conseguí otro lugar para quedarme, pero no se preocupen que un amigo me hizo un cuarto en el fondo y me voy a instalar ahí". El "cuarto" del fondo estaba determinado por una frazada que servía de medianera entre nuestro cuarto y el de ella, la misma contaba con agujeros lo suficientemente grandes que desde la cama se podía ver con detalle todo lo que realizaba la Yanny antes de ir a dormir. Afortunadamente su amigo había sido tan gentil de instalarle una escalera en la ventana del fondo para que ella y su beba pudieran trepar hasta la acogedora alcoba sin invadir nuestra privacidad.
Rápidamente nos manejamos para conseguir que nos enviaran una heladerita por Rutas del Sol y la Yanny gentilmente nos proporcionó un farol, con eso nos fue suficiente para tomar el tema con humor e intentar disfrutar de la semana.
Claro que no nos fue fácil, sobretodo considerando que decidimos no utilizar el cuarto de arriba por razones de fuerza mayor y tuvimos que dormir las ocho hacinadas abajo mientras la Yanny disfrutaba de su residencia, y nos controlaba cada movimiento. Tanto fue así que llegó un momento en que encontramos a Yanny contando cuántas veces tirábamos de la cisterna, y lo que es peor, proponiendo increíbles soluciones. Aparentemente estaba preocupada por el gasto de agua y nos sugirió bastante enojada que concurriéramos todas seguidas al baño y que sólo la última tirara de la cadena. Lo dijo tan convencida que casi nos resultó normal.
Siempre cuando creíamos haber visto lo peor, Yanny se las ingeniaba para sorprendernos una vez más. Su siguiente movimiento fue enviarnos a un grupo de acampantes que aseguraban que la dueña de la casa les había alquilado el predio del frente -o sea, nuestro jardín- por un par de días, y por supuesto la muy desfachatada había asumido que nosotras compartiríamos con ellos el baño. In-cre-í-ble.
Y cuando ya nos habíamos acostumbrado a la falta de luz, a la presencia de Yanny tras la frazada y a sus insólitas recriminaciones, notamos que ya no era ella quién residía en el fondo, la muy fresca había tenido el desparpajo de alquilar la suite de lujo a un par de adolescentes incautas.
No había nada en este mundo capaz de detener a Yanny, y nosotras lo sabíamos, y lo asumíamos con mucha risa.

En el frente de la casa había unas piedras que querían marcar un supuesto camino de entrada, nosotras involuntariamente las desordenábamos un poco durante el día, pero misteriosamente las piedras aparecían nuevamente en su lugar por la mañana. Se ve que Yanny no podía dormir tranquila sabiendo que las piedras no estaban donde debían estar. Obviamente nos lo recriminó más adelante.
Al final de la semana, la saturación había llegado a un punto tal, que lo que más deseábamos en este mundo era una casa con luz, y sin Yanny. Sin embargo cuando la placentera estadía llegó a su fin, no logramos olvidarnos de ella, y no demoramos en ir hasta su casa un día por la noche mientras ella dormía... y moverle las piedras.

martes, 2 de febrero de 2010

Pensamientos únicos

La vida me regaló tres sobrinas increíbles, Emilia es la mayor, divertida, ingeniosa, creativa, inteligente a más no poder, terca, mandona, segura de lo que quiere y con un sentido del humor que muchos desearían tener. Es única.
Esta es la primera de seguramente muchísimas anécdotas suyas que contaré.
Era de noche y estábamos en el living de su casa, ella probablemente estuviera practicando sus lecturas para la escuela, siempre le gustó hacer esas tareas tarde en la noche para postergar lo más posible el irse a dormir. Luego de la eterna diaria lucha, finalmente habíamos logrado por lo menos que se lavara los dientes, pero igual seguía ahí en la vueltita. En un momento me preguntó si podía comer un "sweetie" a lo que respondí negativamente argumentando que ya se había lavado los dientes.
La conversación siguió más o menos así:
-¿Qué importa que ya me haya lavado los dientes? Me los puedo lavar otra vez. -Me respondió dejándome sin palabras, tenía razón. ¡Parecía tan simple dicho así!
-No, no te podés lavar los dientes, nunca más. -Dije sin creérmelo ni yo.
-Pero si no me puedo lavar los dientes nunca más, nunca más puedo comer y si no como me muero.
-Y sí, te morirás... -Le respondí desesperada, buscando evitar a toda costa la odisea de lograr que se lavara los dientes otra vez.
-¿Estás loca?!!! ¡Ninguno de mis amigos está ahí arriba! ¡Voy a estar yo sola ahí con God! -Dijo confundida y realmente preocupada, logrando mi carcajada y el final de la discusión.
Seguramente esa noche Emilia se haya comido el "sweetie" y se haya ido a dormir sin lavarse los dientes, sin morirse y sin nada de God.